A Brighter Summer Day - Edward Yang
- Marcos Oteiza
- 4 dic 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 5 feb

De las dos grandes obras maestras de Yang, Yi Yi es la que apela más al espectador occidental por su ambientación urbana totalmente integrada en el capitalismo global y por su indagación en las tensiones familiares tan universales. Simplemente es una estética más cercana y reconocible.
A Brighter Summer Day exige una perspectiva histórica más concreta y un acercamiento a las circunstancias de una región con la cual quizás no tanta gente está familiarizada, pero una vez pasado este primer filtro se desvela como un triunfo cinematográfico categórico y absoluto. Respira ese aire de novela trágica que contiene todo un universo en su interior, con un elenco de personajes tan amplio y detallado que es fácil perderse en ese mundo de pequeñas conexiones interpersonales, espacios y objetos que son a la vez concretos y representantes simbólicos de toda una sociedad en un momento clave de una cultura que estaba muriendo para dar paso a una nueva.
"Reestablecer los eslabones que faltan entre mis antepasados y mis contemporáneos, y entre nuestros contemporáneos y nuestros hijos", explica Edward Yang que era su intención con esta película. Era necesario para él entender por qué su generación brotó de ese desarraigo, abandonados a su suerte en una isla atravesada por ideologías e historias tan dispares. Si'r, el protagonista, viene de una familia reinstalada en Taiwan desde la China continental, que vive en una casa de colonos japoneses, y que configura su estatus social a través de tribalismos de bandas callejeras empapadas de la música y el cine norteamericano. Todos estos referentes llegan descontextualizados, los jóvenes los abrazan con rebelión pero también sin nociones de sus orígenes y trayectorias, son una serie de símbolos y transfondos. Esta construcción de la identidad desde las apariencias, performatizando esa violencia con desdén, culmina en un clímax tan inesperado como irremediable.

Y Yang lo filma todo con una precisión que nunca había alcanzado hasta entonces. Es, para mi, la manifestación perfecta del clasicismo, el de John Ford, que mantiene una absoluta legibilidad narrativa (esta película es una lección maestra de pistolas de Chekhov: la linterna, el reloj de la madre, la radio estropeada, la daga, todos esos objetos cargados de significado y que van orbitando por todo el metraje), integrado en la modernidad cinematográfica, con planos amplios, composiciones impecables, triunfos visuales a cada momento, que elevan la historia a un terreno visual evocador, de sueño desenfocado que tan habitualmente asociamos a los clásicos asiáticos de la época como Wong Kar Wai o Hou Hsiao Hsien.
Cada plano tiene una función que cumple en la estructura global, pero al mismo tiempo destaca por sí mismo y sugiere algo más, una extensión expresiva más indeterminada. El ejemplo definitivo es el que muchos antes que yo ya han señalado: la conversación entre Si'r y Ming filmada en el reflejo de la pintura de una puerta. Una imagen inolvidable que funciona por sí misma, pero que también sirve para evocar la intimidad y el secretismo de su interacción, por eso cuando la cámara vuelve a ellos la conversación se torna más ligera y superficial.
En definitiva, A Brighter Summer Day es la gran coming of age épica que cualquier cineasta debería soñar con grabar y cualquier espectador soñar con ver.
La versión completa de este artículo puede leerse en la revista VERSIÓN ORIGINAL de Febrero de 2025.
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